El Sur que yo descubrí
Mi “Taller en el Sur” fue un regalo. Me ofreció un hermoso país, Chile, una altiva cordillera, blanca, majestuosa, visible desde cualquier rincón; compañera inseparable de viaje, que te acoge, que te guía y te recuerda que el país es singular; un país cuyo escudo representa la fuerza y la grandeza de su cóndor y a su vez la finura y la elegancia del huemul.
A su sombra, en el Centro de Colina, al norte del gran Santiago, he conocido, compartido y aprendido de muchas personas que sufren, invisibles para quienes no quieren ver; niños vulnerables, niños que saben que la vida puede estar teñida de tonos grises. He conocido también a personas luchadoras, empeñadas en lograr que esos colores tan grises se vuelvan más luminosos.
Mujeres que aprenden en los talleres, que salen de su entorno duro y descubren día a día lo mucho que pueden hacer.
Niños que son y se saben queridos en el Centro; que reciben formación y, además de su merienda, se alimentan de respeto y de amistad. Niños cuya vida sería “una vida de calle”.
Familias a quien se apoya, a las que hay que recordar la importancia de ir a un médico, que asistan a clase sus hijos y si han de realizar un trámite. Alegrarse con sus logros o simplemente escucharles.
Todo eso viví en el Sur y de ellos aprendí que los “sures” pueden ser “nortes” y que el “norte” puede ser “sur”.
C. A. R. / Colina-Chile / 18-7-2015 a 18-8-2015