La palabra es compartir
“Todo lo que aprendo, lo comparto, porque es una satisfacción ver cómo las personas a las que puedo ayudar crecen”. Así nos recibía una de las participantes en el Taller de computación para mujeres que esta semana se reanudaba. Conversamos con todas ellas, mientras nos mostraban qué es lo que estaban haciendo y sus últimos avances en la materia.
Cada persona tiene su historia, teñida de más o menos grises, pero todas juntas forman un grupo de colegas, de amigas, en las que apoyarse y con las que darse cuenta de que la unión hace la fuerza y de que el conjunto ayuda a poder llevar mejor cada situación personal y a salir hacia adelante. En ello, juegan un papel muy importante las Siervas de San José, pues su escucha, fe, aceptación incondicional, acompañamiento y su atención forman parte del proceso. Es precioso ver en vivo y en directo como aúnan trabajo, fe y amor.
Las palabras compartir y solidaridad están a la orden del día, no sólo en este grupo de mujeres que visitamos, sino también en los niños y adolescentes que acuden al centro “Bonifacia Rodríguez” de Colina.
En la mañana del jueves, se celebra un mercadillo en el centro, para sacar beneficios que puedan revertir en mejoras para los niños. Toda la mercancía vendida procede de donaciones, desde ropa hasta juguetes, pasando por libros de texto. También es una buena oportunidad para abrir el corazón a las personas que, al buscar y comprar un artículo, conversan contigo, pudiendo detectar posibles necesidades en la gente de Colina.
Por otra parte, después de las vacaciones de invierno aquí, han vuelto también los talleres de niños y adolescentes en el Centro: repostería, deportes, computación y manualidades. Eligen aquel que más les interesa, disfrutando y aprendiendo a la vez, alejándolos de su realidad, no tan “entretenida”. Vienen contentos, llegan entusiasmados y con mucha energía positiva, que incluso hace que muchos no quieran irse cuando llega el final de las actividades. Los talleres son una mera “excusa” para poder tenerlos alejados de caminos un tanto turbios y no tan infantiles como corresponde a su temprana edad, para la promoción y la prevención. El centro dispone de educadores a los que acompañamos, de una psicóloga, voluntarios, de jóvenes en prácticas y de las propias hermanas que realizan una labor encomiable ante tal aluvión de trabajo diario.
Realmente lo que sentimos por todos ellos es una profunda admiración. Admiración por aprender a levantarse ante las adversidades, admiración por cuidar de sus tres hermanos pequeños con mucho cariño a sus 16 años, admiración por intentar recuperar su niñez, y admiración por sobrevivir en circunstancias que te lo impiden cada segundo.
Nuria y Raúl / Chile 2014