¿Por qué no a mí?
El día 14 de julio, desde Madrid, mi compañero Jesús García-Consuegra y yo, emprendimos viaje hacia Bolivia para conocer “in situ” los proyectos que, desde hace cinco años, Taller de Solidaridad viene apoyando. Iniciaba así, mi primera experiencia de contacto con realidades desfavorecidas fuera de España.
Después de 13 horas de viaje y una escala en Santa Cruz, muy de mañana, llegamos al aeropuerto de Cochabamba donde nos esperaban M. Carmen Calleja, Sierva de san José, y un amigo taxista para llevarnos a Ushpa-Ushpa, población en la que reside la comunidad. Los más de 10 kms de camino me fueron introduciendo en un mundo diferente del que no me quiero perder nada. Con las primeras luces del día voy vislumbrando una cadena montañosa, poblada de multitud de casas hasta los puntos más elevados de su cima.
En casa, nos esperaban con inmenso cariño las hermanas Pepita y Justina, con un “caldo calentito” que entona nuestro cuerpo cansado por el viaje y descontrolado por las siete horas de diferencia horaria. Aceptamos su consejo de pasar un día tranquilo para adaptarnos mejor a los 2500 metros de altura.
Aquí es invierno; por la mañana y por la noche hace frío, pero a medida que avanza el día, la temperatura es agradable. Desde la terraza de casa contemplamos un cielo inmensamente azul y ante nuestros ojos, una gran visión panorámica de Ushpa-Ushpa, gran asentamiento humano de personas venidas del campo que en la ciudad buscan un futuro mejor. Allí Divisamos los cuatro barrios en los que principalmente trabaja la comunidad: San Francisco, Monte Olivos, Alto Miraflores y Alto Litorial.
En días posteriores y con la visita a los proyectos descubrimos la dureza y aridez del terreno, en el que sus gentes “han hecho camino al andar”, ya que el trabajo de ingeniería del Estado es muy precario y deficitarios los servicios básicos de agua, gas y electricidad. Sorprende la pobreza de sus viviendas que, aunque terminadas, parecen estar en fase de construcción. Vamos descubriendo que la vida para estas personas es muy dura y de forma insistente, hay preguntas que me acompañan: ¿Por qué a ellos les toca vivir así?, ¿qué hice yo para nacer y vivir en otro entorno?, ¿por qué hay tantas desigualdades en el mundo?
Pero, que gozada al constatar el trabajo que las hermanas y personas colaboradoras han ido desarrollando a lo largo de los años. Las cifras hablan por sí mismas: alrededor de 100 mujeres asisten a clases de alfabetización, están aprendiendo corte y confección, muchas de ellas ya confeccionan para otros. Otras, están adquiriendo una formación técnica en panadería, repostería y gastronomía. Se han puesto en marcha 11 emprendimientos productivos y 32 de ellas constituyen una cooperativa de ahorro y crédito. Más de 70 niños reciben cada día, refuerzo escolar y alimentario. Terminaremos el año con unas 25 mujeres a las que oficialmente se les certificará su formación.
Sin duda, estamos ante un proyecto integral de empoderamiento de mujeres, porque están adquiriendo una formación; porque van descubriendo que no sólo tienen obligaciones, sino también derechos; porque sus encuentros son espacios de socialización donde pueden compartir sus sueños, sus temores, sus progresos, sus dificultades… y esto las fortalece. Porque descubren que, además del cuidado del marido y de los hijos e hijas, tienen otra vida. Porque su progreso, es progreso de la sociedad.
Me viene al corazón algo que una mujer me dijo: “desde que yo trabajo, ya no tengo que pedir dinero a mi marido, ni escucharle, “gastas mucho”, porque ahora lo pago con el dinero que gano”. Esto es lo que pretendemos, que sean autónomas.
Es muy gratificante ver que las hermanas no trabajan solas, que lo hacen con entidades como la Fundación Nuqanchik, con la que comparten espacios y educadores; la Institución Fe y Alegría que les ayudará a convertirse en un centro oficial de educación alternativa, lo que implicará que los sueldos de los formadores correrían a cargo del Estado y que nuestras mujeres tendrán un certificado oficial de su formación; Cáritas, que gestiona el tema de microcréditos…. También quiero deciros que hemos conocido el Proyecto integral de lucha contra la violencia de género que lleva a cabo la Asociación de Laicos Vicentinos en la ciudad de Sacaba, con el que Taller de Solidaridad colabora en el área de inserción laboral.
También visitamos Kami, población cercana a Cochabamba, donde hay otra comunidad de Siervas de San José y en la que un grupo de Laicos josefinos, ilusionados y comprometidos están dando los primeros pasos para iniciar un proyecto de ayuda a las mujeres víctimas de violencia de género. Estoy segura de que la próxima vez que vayamos, veremos que lo han puesto en marcha
Con esta comunicación he pretendido acercaros a la realidad que he visto y vivido, y deciros a voluntarios, socios colaboradores, técnicos de proyectos y miembros del patronato de Taller de Solidaridad, que podéis sentiros satisfechos y orgullosos porque el trabajo que realizáis a lo largo de los años está dando su fruto, y animaros a seguir trabajando porque aún nos queda mucho por hacer. Hemos pisado el espacio que en pocos meses se convertirá en el nuevo Centro de Formación en el barrio de Alto Litoral.
Por último, agradecer a las hermanas Pepita, Justina, M. Carmen, y Maria Luisa el trabajo comprometido con la mujer que están llevando a cabo. La acogida, el cariño y la multitud de detalles que hicieron que nos sintiéramos familia josefina.
Eugenia Curto, Sierva de San José
Julio 2019. Cochabamba Bolivia