Vuelvo de nuevo por aquí para contaros cómo fue mi segunda semana de voluntariado en Piura, en la que pude experimentar sentimientos muy bonitos y vivir una de las experiencias más enriquecedoras de mi estancia en Perú.
Un proyecto que transforma realidades
En estos días tuve el placer de colaborar en el proyecto de Alianzas Estratégicas, en el que Cutivalú, TDS, Mer Terra (mentoría de estrategia, desarrollo y marca) y Elca Producciones Audiovisuales, trabajaron en conjunto para desarrollar y enseñar marketing digital a emprendedoras de la región.
Sesenta mujeres procedentes de las redes de Chulucanas, La Matanza y Catacaos participaron en las formaciones. Sesenta historias de lucha, sesenta proyectos de vida que buscaban crecer y consolidarse en un entorno donde ser mujer emprendedora es todo un desafío.
Días intensos de trabajo en equipo
La semana empezó con mucho movimiento. La llegada de las señoras puso a todo el mundo manos a la obra para trabajar como un solo equipo y a la vez. Fue estupendo compartir detalles con Sonia, Elena, Mer, Antonio y Sergio sobre lo que hacía cada uno. En los desayunos nos reuníamos alrededor de la mesa con una buena papaya y mango, y cada uno contaba en qué iban a consistir las jornadas.
A mí se me encomendó la tarea de dinamización de las aulas. Mientras Mer, Sonia y Elena impartían las clases junto con Antonio sobre marketing digital, Canva, ChatGPT y talleres sobre mujeres que transforman, yo hice la parte práctica. Estuvimos distribuidas durante tres días en tres aulas separadas por tipos de emprendimientos: artesanas en una, alimentación en otra y comercio en la tercera.
Bailar, reír y transformar
Compartir con estas mujeres, charlar, colaborar en potenciar sus negocios, fue una experiencia transformadora. Se me ocurrió que, además de apoyarlas con la práctica, podía hacer danzas con ellas, ya que se pasaban muchas horas delante de los teléfonos y atentas a la clase. Así que las saqué grupo por grupo al exterior y bailamos en círculo.
Me emocioné durante los tres días en muchas ocasiones. Verlas tan alegres, contentas por lo que estaban aprendiendo y divirtiéndose, me llenó de satisfacción. Reíamos y cantábamos durante los 20 minutos de descanso. También al inicio de cada sesión, que duraba unas dos horas y media o tres, nos presentábamos y contábamos un poquito de cada una.
El segundo día, en el desayuno, se me ocurrió hacer una danza de expresión a través de la toma de cacao, un potenciador de la energía del corazón, para que sacaran todo aquello del interior que les incomodaba y se recargaran de nueva energía. Lo comenté con mis compañeras y les pareció una buena idea.
Después de la clase práctica, estuvimos bailando descalzas durante media hora, sin hablar las unas con las otras y cada una a su ritmo, expresando corporalmente cómo se sentía. Les ofrecí un trocito de cacao que se metieron en la boca.

La intención de la danza era que, mediante la toma del cacao, pudieran conectar con el corazón y con su propósito, que después de haber aprendido estas técnicas de marketing digital, se plantearan ¿cómo puedo yo potenciar mi emprendimiento? ¿cómo puedo salir yo al mundo sin miedo y mostrar quién realmente soy? Así, una a una pusimos nuestra intención en la toma del cacao y bailamos con ese propósito.
Fue algo revelador y enriquecedor. Soltaron tensiones acumuladas, disfrutaron de su propio cuerpo y de quiénes eran. A mí se me llenó el corazón al verlas: después de pasar todo lo que han tenido que pasar, de vivir en un país donde la mujer está en segundo plano para todo, que ellas tuvieran un espacio para poder SER, me llenó de gozo. Reímos, nos abrazamos y compartimos mucho.
El tercer día propuse una meditación y visualización de cómo se veían ellas en cinco años. Fue precioso poderles hacer la meditación guiada sobre una nube por el mundo, cada una del color que quisieran. Después de la meditación y el silencio, pudimos compartir entre todas nuestras experiencias.
Cuando la realidad te golpea el corazón
Me tuve que contener las lágrimas en varias ocasiones, ya que empezamos a hablar sobre testimonios reales de violencia. Es muy duro ver cómo otro ser humano ha sufrido de esa manera tan cruel solo por ser mujer.
Roxana, una ceramista, nos contó que a su hermana su cuñado la había asesinado por violencia machista y que a su sobrina la había vendido para explotarla sexualmente. Una vez le devolvieron a su sobrina, la vio toda llena de marcas, de moratones. La niña estaba hundida. Roxana tenía miedo, nos contaba que insistía a su sobrina para que por favor denunciara y que había una ley que las amparaba.

Desde el primer día observé que la red de mujeres funciona: se alimentan las unas a las otras con fuerza y carisma para salir de los entornos violentos. Hoy en día, la sobrina ha denunciado y Roxana está esperando para poder adoptarla. Tuve la oportunidad de conocer a la niña cuando salimos a terreno, en su emprendimiento de cerámica en Chulucanas.
A pesar de este testimonio tan fuerte, surgió algo muy especial de esa charla tan larga, angustiosa y profunda. Una artesana que hacía plata propuso irnos todo un día a la sierra a compartir juntas en un día de sol. Yo añadí que podían llevar un pícnic. Se las veía emocionadas con la experiencia, con muchas ganas de aprender y, sobre todo, con espíritu libre en la mirada.
Visitas a terreno: el cambio en primera persona
Los días posteriores nos fuimos a terreno. Allí pudimos estar con Iris, que ganó capital semilla y pudo montar una tiendita en Abatanes. Ahora la regenta junto a su marido, ya que el programa también da la oportunidad a los hombres para que se puedan capacitar en habilidades blandas y entiendan que las mujeres pueden trabajar y ser libres.
Conocimos a Cheila, una emprendedora que hacía comida para llevar y preparaba entre 200 y 300 tamales para un colegio. También compartimos unas horas con Rosa, con Roxana, y su marido. Ambas son ceramistas. Y con Verónica, su marido y su madre María, que tienen un puesto en el mercado de La Matanza. María, la madre, me contaba que había tenido seis hijos e hijas y que muchos ya estaban separados.
Fueron días de mucho movimiento, sin apenas descanso, pero con el alma bien llena. Ser parte del cambio que quieras ver en el mundo hace mucha ilusión, te llena por dentro. Y sobre todo cuando puedes observar de cerca que el cambio es real, te llena de absoluta satisfacción y alegría por otras personas que quieren labrar su futuro un poco mejor y luchan día a día por sus derechos. Las emprendedoras pudieron vender en las instalaciones de Cutivalú y hasta vino la Radio Nacional de Perú. Fue un auténtico éxito lleno de buenaventura.
Lo que me traigo
Han pasado ya casi dos semanas desde que regresé a España, y estas experiencias siguen resonando en mi corazón. Cada vez que pienso en Roxana, en María, en Cheila, en Iris y en todas esas mujeres valientes, me reafirmo en algo: el cambio es posible cuando nos apoyamos, cuando creamos redes, cuando compartimos conocimientos y cuando nos atrevemos a soñar juntas.
El marketing digital puede parecer algo técnico, pero en manos de estas mujeres se convierte en una herramienta de libertad, en un puente hacia la autonomía económica y personal. Y eso, precisamente, es lo que hace que proyectos como este tengan tanto sentido: no solo enseñan, transforman vidas.

Poder haber formado parte de este proyecto ha sido una auténtica experiencia vital cargada de mucha energía positiva y mucha verdad. Gracias a Cutivalú, a Taller de Solidaridad, a Mer Terra, a Elca Producciones y a todas mis compañeras por hacer posible esta experiencia. Y, sobre todo, gracias a esas 60 mujeres por enseñarme que la valentía tiene rostro de mujer emprendedora.
Cristina, voluntaria internacional
Noviembre 2025. Piura, Perú
