Entrevista a Ortelia Valladolid Bran
“En el distrito de Catacaos, las autoridades aseguraban que no había violencia de género. Las mujeres sabían que no era cierto. Solo que nadie las escuchaba. Hasta que decidieron hacerse oír”.
Hay personas que dedican su vida a cambiar el mundo desde lo cercano, desde lo real, desde el territorio y Ortelia Valladolid Bran es una de ellas. Coordinadora del área de incidencia y desarrollo de Radio Cutivalú en Piura (Perú)– una emisora con 39 años al servicio de las comunidades piuranas- y especialista en género y gestión pública, Ortelia es la impulsora de las Redes de Soporte y Acompañamiento que hoy son refugio y trampolín hacia una nueva vida para decenas de mujeres en Piura.
A través del proyecto Juntas por la Igualdad, financiado por la Generalitat Valenciana y Cooperació Valenciana, y ejecutado en consorcio con Taller de Solidaridad y ELCA, están demostrando que la autonomía económica es una de las herramientas más poderosas para prevenir y romper el círculo de la violencia de género. Aquí nos cuenta cómo están transformando la realidad de cientos de mujeres en una región donde las brechas de género siguen siendo una realidad cotidiana.
De la vulnerabilidad propia a la lucha colectiva
El año 2000 marcó un punto de inflexión en la vida de Ortelia. Estaba en el octavo ciclo de su carrera de educación primaria cuando quedó embarazada. Su hija nació en 2001 y un año después ya no estaba con su pareja. Fue entonces cuando comenzó a sentirse “realmente vulnerable y vulnerada también en mis derechos”
Esa experiencia personal le llevó a entender en carne propia las dificultades que enfrentan las mujeres. Licenciada en Educación, comenzó a trabajar con otras mujeres en situación de vulnerabilidad, especialmente con aquellas que no sabían leer ni escribir. “Si es difícil ser mujer en este país, el no saber leer y escribir te coloca todavía en un riesgo de vulneración muchísimo más grande”.
Su trayectoria la llevó desde la Unidad de Gestión Educativa Local de Chulucanas, donde supervisaba un programa de educación de adultos dirigido principalmente a mujeres, hasta el Gobierno Regional, donde asumió un puesto como especialista en desarrollo social e igualdad de oportunidades. Fue allí donde, en 2013, identificaron las nueve brechas de género que siguen trabajando actualmente.

Redes que salvan vidas
Las Redes de Soporte y Acompañamiento a Otras Mujeres Víctimas de Violencia nacieron en 2018 de una pregunta simple pero poderosa: ¿cómo fortalecer la participación política y ciudadana de las mujeres?
“Nace de la necesidad de que las mujeres tengan voz y voto en espacios públicos, en su comunidad, en el colegio, en la misma familia”, explica Ortelia. Pero no son una red cualquiera. Aquí se trabaja en dos escenarios: uno individual, para que las mujeres puedan “sanarse y sanar a otras”, como ellas mismas dicen, y otro colectivo, para que puedan organizarse con sus documentos, planes de trabajo y reglamentos.
Las mujeres que llegan a las redes a menudo lo hacen “con mucho desconocimiento, con mucha normalización de la violencia”. Muchas no levantan ni la mano ni la cabeza. “Pero cuando ya tienen unos meses en las redes, esa situación va cambiando totalmente. Tenemos mujeres muy empoderadas que llegaron sin siquiera levantar la cabeza, y ahora son unas grandes”.

“Sí tenemos violencia, solo que no se denuncia”
Lo que vivimos en el distrito de Catacaos es solo un ejemplo de cómo se percibe la violencia contra las mujeres en nuestra sociedad. La policía y el propio alcalde aseguraban que no había casos de violencia. Las mujeres de la red sabían la verdad. En una reunión de la instancia de concertación distrital, demostraron que lo que había era un subregistro masivo: los casos estaban invisibilizados, normalizados.
“Ellas han podido justificar por qué las mujeres no denuncian: por desconocimiento, por la normalización, por la cultura machista, pero también porque no tenemos una respuesta favorable de parte de los operadores de justicia”, cuenta Ortelia. Las mujeres se plantaron firmes: “Sí tenemos violencia, sí tenemos casos”.
Y dieron un paso más. Cuando el alcalde no participaba en las actividades de la red, “se pararon en la puerta del alcalde, no una, sino todo el grupo”. Ahora el alcalde no se pierde ninguna actividad y ha puesto a la red de mujeres en la agenda del gobierno local.

Los cuatro pilares de la transformación
El proyecto Juntas por la Igualdad —un nombre que fue socializado y decidido con las propias mujeres— se sustenta en cuatro pilares fundamentales que se complementan entre sí.
El primero es el empoderamiento personal: fortalecer la autoestima, conocer sus derechos, especialmente los laborales y económicos. El segundo, el empoderamiento económico como herramienta para salir del círculo de violencia. “De cada diez denuncias de violencia, siete desisten según el Centro de Emergencia Mujer de Santa Julia”, revela Ortelia. “La mayoría de estos desistimientos están vinculados a la dependencia económica”.
El tercero es la corresponsabilidad en el sistema de cuidados: que las tareas del hogar y la familia sean compartidas por todos. Y el cuarto, la movilización comunitaria: a través de estrategias comunicacionales —videos, flyers, carteles, murales— se busca que la comunidad conozca dónde acudir, conozca sus derechos, pero, sobre todo, “conozca la importancia de vivir libres y sin miedo”.

Cuando los hombres también se suman
Uno de los mensajes más emotivos que ha recibido Ortelia le llegó por WhatsApp: “Muchísimas gracias, porque ha participado mi esposo, ha participado uno de mis hijos. El que ustedes les hayan capacitado en masculinidades ha sido grandioso. Ahora considero que tengo una familia que se comunica, tengo un hombre que dice: no se preocupen que ahora me toca a mí hacer las cosas de la casa, porque tú estás vendiendo en tu negocio”.
El programa Hombres se suman por la Igualdad trabaja con familiares de las mujeres: hermanos, parejas, hijos, sobrinos. “Les dijeron tú eres hombre, tú no te metes a la cocina, tú eres el proveedor económico, tú eres infiel y no pasa nada”, reflexiona Ortelia. “Es importante involucrarlos para hacerles entender que, si contribuyes en la crianza de tus hijos o te gusta limpiar, no pasa nada, sigues siendo hombre. Al contrario, contribuyes a tener una familia feliz”.
Algunos hombres ya están diciendo: “Ya no me importa si me ven barriendo, no me importa si me dicen saco largo porque lo que me importa es que yo me siento bien y mi familia está siendo feliz”.

La voz que se multiplica
Radio Cutivalú juega un papel fundamental en esta transformación. Con su multiplataforma —AM, FM, web y redes sociales— llega a miles de hogares. A través de microprogramas cortos y amigables, explican qué es la violencia, dónde denunciar, por qué es importante la autonomía económica.
“He visto mujeres que al inicio se corrían de la cámara, pero ahora no. ‘No me han entrevistado a mí. A mí no me tomaron la foto. No han ido a visitar mi emprendimiento'”, cuenta Ortelia con una sonrisa. Tener una persona de comunicación que conozca el enfoque de género y sea sensible a la realidad de las mujeres “garantiza que ellas puedan tener una vocería segura, una vocería con autoridad, una vocería con pleno conocimiento de que me lo merezco porque soy ser humano”.
También producen radionovelas como Sin rastro: historias encadenadas, sobre la prevención de la trata de personas. “Piura es destino del delito de trata de personas en cualquiera de sus finalidades: explotación laboral, sexual, mendicidad, tráfico de órganos o servidumbre”. Las falsas ofertas laborales a través de redes sociales se han convertido en la principal forma de captación, especialmente de mujeres y niñas.
Las barreras que aún quedan
Los obstáculos siguen siendo enormes. “La principal barrera son los hombres”, dice Ortelia con franqueza. “Tenemos mujeres que quieren participar voluntarias, comprometidas, pero no tenemos un hombre en la casa que pueda entender. Algunas de ellas escapan, algunas tienen que mentir para participar en las jornadas”.
Está también la resistencia de muchas mujeres que han normalizado la violencia. “Es un obstáculo importante cuando tenemos mujeres que se resisten a creer que no es normal que te griten, que te peguen o que abusen de ti”.
Y están las instituciones. “Todavía no tenemos una buena atención en la Policía Nacional, una atención adecuada, formal y eficiente frente a una denuncia de violencia. Todavía tenemos cuestionamientos de ‘qué le habrá hecho’ o ‘tú eres mujer, seguro que mañana vienes otra vez'”.
Ortelia es especialmente crítica con el Congreso de la República: “Tristemente estamos retrocediendo. Habíamos dado pasos en esta conquista que tenemos las mujeres de hace muchos años, como tener el lenguaje inclusivo en la Ley de Igualdad de Oportunidades desde 2007. Pero ahora se ha limitado que las instituciones públicas mencionen a mujeres y hombres de manera separada. La educación sexual integral ha retrocedido, la ley de paridad y alternancia ya está eliminada. Un congresista se atrevió a decir que las mujeres no somos capaces biológicamente para ser investigadoras o científicas”.
“No se queden calladas”
El mensaje de Ortelia para las mujeres que viven situaciones de violencia es claro y contundente: “Que no se sientan solas. Hay otras mujeres que han tenido esa situación y que pueden darte la mano, que te van a inspirar, que te van a brindar soporte y acompañamiento. Que no se queden calladas. Y que busquen refugio donde sus familiares, en la familia extensa, con amistades o en la comunidad. Alguien les va a abrir la puerta, alguien les va a ayudar a protegerse”.
“Muchas mujeres están viviendo con sus agresores, están viviendo con sus enemigos, con quien probablemente les pueda matar. Mi mensaje es que no tienen que quedarse calladas, porque por algún lado hay ayuda y que no permitamos que nadie vulnere vuestros derechos”.
Una vida dedicada a transformar otras vidas
Ortelia tiene muy claro qué es lo que más le emociona en este camino que empezó a recorrer hace muchos años en favor de la mujer y la igualdad de género. “Ver vidas transformadas, familias constituidas, familias democráticas que hablan de afecto, que colaboran, que tienen una efectiva corresponsabilidad. Me emociona ver que instituciones como gobiernos locales han colocado en su agenda pública el empoderamiento económico de las mujeres, la lucha contra la violencia. Me emociona saber que hay otras organizaciones que se van sumando, otras personas que se van sumando”.
“Yo soy pequeña de tamaño, pero cuando veo a estas mujeres que salen, que expresan, que dicen y además puedo evidenciar que han transformado sus vidas para bien, pues yo me hago grande, de verdad me hago grande”, confiesa con emoción.
Y añade algo más, algo que resume toda una vida dedicada a esta lucha: “Me da muchísimo gusto haber comenzado este proyecto de transformar vidas de mujeres e ir sumando más mujeres. Me llena de mucha satisfacción, de mucho orgullo, y puedo decir: ya me puedo morir en paz, porque algo hice”.
Porque Juntas por la Igualdad no es solo el nombre de un proyecto. Es una realidad que se está construyendo, red a red, mujer a mujer, en las comunidades de Piura. Es la prueba de que cuando las mujeres se unen, cuando se acompañan, cuando se empoderan, pueden transformar no solo sus propias vidas, sino las de toda una comunidad.
Y esa transformación es imparable. Se están “transformando vidas”.
