La campaña Fashion Revolution surge tras el terrible accidente del derrumbamiento del edificio en Rana Plaza en Dacca, Bangladesh, que albergaba varias fábricas que producían ropa para muchas de las marcas de moda más importantes del mundo. Más de 1.100 personas murieron en el colapso y otras 2.500 resultaron heridas, lo que lo convierte en el cuarto desastre industrial más grande de la historia. Las víctimas eran en su mayoría mujeres jóvenes.
Desde su comienzo, son cientos las iniciativas y voluntarios que llevan años trabajando por mejorar las condiciones de este sector.
Este año, desde Ropa Hecha Con Amor, nos unimos a la celebración de la semana del Fashion Revolution del 19 al 25 de abril, para reivindicar el papel de la escuela como espacio donde formar a futuros consumidores responsables, que sean conscientes de sus derechos y que entiendan el mundo desde una perspectiva global en la que cada acción tiene una consecuencia directa en la vida de otra persona y lugar del planeta.
Todas las personas consumimos de forma cotidiana, por lo que cada día, a través de este acto, estamos impactando en la vida de otras personas y en nuestro entorno. Si queremos una sociedad justa y solidaria, nuestras decisiones de consumo deben ser coherentes con estos valores.
Cada vez que optamos por consumir un bien o un servicio producido de forma responsable, estamos contribuyendo a un cambio en el sistema de dos formas:
1.- Apoyando a las empresas que actúan de manera responsable. que sean conscientes de sus derechos y entiendan el mundo desde una perspectiva global en la que cada acción tiene una consecuencia directa en la vida de otra persona y lugar del planeta.
2.- Enviando, a las empresas que no siguen prácticas éticas, el mensaje de que no consumiremos sus productos a menos que cambien su modo de actuar
Para educar en un consumo responsable, además de la información y la formación, es necesario hacer un ejercicio de revisión y reflexión acerca de las condiciones de elaboración- sociales y ecológicas- de los productos y servicios de los que hacemos uso, así como de la forma de actuar de las empresas en cuestión y basar nuestras decisiones de compra en estos aspectos y no sólo en los meramente económicos. El ejemplo también educa y este hecho que no es ajeno para las familias, tampoco debería serlo para la comunidad educativa.
En la actualidad, los uniformes siguen teniendo vigencia en la escuela, tanto en los colegios privados como en los concertados, donde suele usarse para lograr una determinada estética y como una forma de generar identidad. Si con el uso del uniforme se enfatiza el sentido de pertenencia a una determinada comunidad educativa y el compromiso con sus principios éticos, el origen de esta indumentaria, su fabricación, comercialización y venta deberían servir de ejemplo, apostando por un modelo de consumo responsable, justo y solidario que inspire estos valores al alumnado.
Ropa Hecha Con Amor nace hace 8 años como la marca textil de Taller de Solidaridad. El trabajo desarrollado durante años junto a los talleres de Nazaret (Filipinas) en la promoción del Comercio Justo nos brindó la experiencia y la inspiración para crear el proyecto: una marca textil con el propósito de defender el empleo digno en el sector, promocionar la igualdad de género y el empoderamiento femenino a través de prendas confeccionadas en empresas con impacto social.
Diseñamos y desarrollamos nuestra primera colección de uniformidad escolar en el taller de Mandaluyong (Filipinas), un emprendimiento textil que emplea a más de una veintena de mujeres sin recursos, madres de familia en su mayoría, que habían trabajado en condiciones de explotación en distintas multinacionales del sector textil y electrónico del país. Tras varios talleres de formación sobre patronaje y selección de tejidos, nuestras compañeras filipinas confeccionaron modelos de chándal y equipaciones deportivas que se presentarían a distintos centros educativos de España.
Esta experiencia nos sirvió de referencia cuando decidimos trasladar esta filosofía de trabajo a nuestro país y poner en marcha junto a las Siervas de San José y la Fundación Marcelino Champagnat el Proyecto Hilandera, un emprendimiento social de relocalización textil que prioriza el bienestar de sus trabajadoras y que fomenta un modelo de producción sostenible que imputa el coste real de fabricación al precio de la prenda, para que las trabajadoras del taller reciban un salario digno que les permita mejorar sus condiciones de vida.
La revolución que ya ha comenzado en colegios como el de Sagrada Familia en Alicante, que hace 8 años incorporó el polo hecho con amor a su centro o el colegio San José de la Guía donde pronto su alumnado vestirá el chándal de nuestra marca, comprometiéndose con el consumo responsable, con la defensa de los derechos de las trabajadoras del sector textil y con la igualdad de género. Gracias a estos colegios y a tantos otros por servir de embajadores y haberse preguntado alguna vez quién hizo su ropa.