25 de mayo, Día de África
Un día como hoy, en el que se conmemora la firme determinación de los pueblos africanos por liberarse de la colonización extranjera, debería ser el motivo para reconocer y divulgar la enorme riqueza del continente, de sus pueblos y culturas. Y para dar a conocer la majestuosidad de sus recursos ambientales.
Pero lamentablemente, al amparo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea y de la Constitución Española, consideramos fundamental visibilizar y denunciar la vulneración de los derechos humanos que sufren las personas africanas en movilidad. Hoy nos unimos a las voces que reclaman terminar con el discurso hegemónico y falso sobre estas personas y reivindicamos la veracidad de los números y de su realidad. El gran flujo de migrantes africanos se mueven entre países de su propio continente, mientras que Europa únicamente recibe entre un tres y un cuatro por ciento. De los casi cinco millones de personas extranjeras que viven en España, solo el dos coma cuatro por cien son personas africanas, y de ellas, se estima que tan solo cuarenta y tres mil se encuentran en situación administrativa irregular, según datos obtenidos del INE.
Pero volvemos la mira al continente africano, donde la crisis del coronavirus ha golpeado a los segmentos de la población más vulnerables: se ha llevado por delante a miles de ancianos y enfermos y la situación de confinamiento ha dejado sin alternativas de subsistencia a las personas que viven de la venta diaria, privando del alimento a personas que ya se encontraban al límite de la supervivencia. A esta situación es a la que se enfrentan diecinueve millones y medio de personas de los trece países más afectados del mundo, entre los que se encuentran Etiopía, Somalia y República Democrática del Congo. Casi veinte millones de personas han pasado a estar en riesgo agudo de inestabilidad alimentaria en menos de un año, según el estudio publicado por la Red Mundial Contra las Crisis Alimentarias. Hoy son más de ciento cincuenta y cinco millones de ciudadanos los que se encuentran en las tres fases más críticas del hambre, un gran porcentaje de ellos en el continente africano.
África también ha sido víctima de una enfermedad cada vez más presente: la emaciación. Un adelgazamiento patológico que afecta principalmente a niños y niñas y que conlleva la perdida involuntaria de más de un 10 por ciento de su peso corporal. La infancia en África conoce muy bien lo que es el hambre y la pobreza; más de ciento cincuenta millones de niños y niñas las sufren según el último informe publicado por Save the Children y Unicef.
Una semilla, un derecho
En la República Democrática del Congo, país donde trabajamos desde hace dos décadas, los datos son terribles: veintisiete coma tres millones de personas, es decir, un tercio de la población congoleña, se encuentra en situación de inseguridad alimentaria.
Este dato, presentado el pasado mes de abril por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), pone de manifiesto que la pandemia ha elevado a máximos históricos la situación de inseguridad alimentaria en el país.
La pandemia ha traído consigo el cierre de las fronteras, el desempleo y el encarecimiento de los productos, lo que ha venido a sumarse a la ya larga lista de condicionantes a las que se enfrentaba el país: los conflictos armados, los desplazamientos forzosos, el cambio climático y las crisis económicas, de ahí que las cifras, ya desorbitadas, no dejen de aumentar. En esta situación las organizaciones humanitarias reclamamos más financiación y acciones coordinadas de los gobiernos que permitan poner solución en origen al principal problema al que se enfrenta África, la falta de alimentos.
En medio de esta situación, en 2017 las Siervas de San José ponen en marcha el Centro de Producción Agroecológica (PAE), para facilitar el acceso a los alimentos y prevenir la malnutrición en la provincia de Haut Lomami, en la República Democrática del Congo. Desde ese momento las hemos acompañado, sumándonos a su apuesta por promover la seguridad alimentaria de forma resiliente y sostenible con la agroecología como modelo.
El PAE está inspirado en el Sistema Integral Songhai, un modelo de intervención que también está replicando las Naciones Unidas en otras zonas del continente. Se trata de un sistema integral, con foco en lo social y en lo económico, que busca acabar con la inseguridad alimentaria, generando capacidades y traspasando conocimientos a la comunidad local.
En 2020, pese a las dificultades, se consiguieron grandes avances para el proyecto que día a día va dando pasos hacia la sostenibilidad: el noventa por ciento de la alimentación de los animales de crianza se produce en el propio centro; se ha aumentado la capacidad de producción agrícola y se cuenta con veintisiete hectáreas de cultivos de yuca, maní, soja, frijoles, maíz, árboles frutales y pimientos.
La agroecología está en el eje de todas las acciones desarrolladas: rotación de cultivos y uso de fertilizante orgánico que se produce en las instalaciones de PAE. Los resultados están siendo muy positivos; la población de Kabondo dispone de una mayor oferta de alimentos básicos de mejor calidad y a menor coste, y además las familias tienen acceso a semillas y plantones. Esto ha permitido que, a lo largo del año, las personas que forman parte del proyecto y sus familias hayan tenido asegurada su alimentación, con tres comidas diarias, y hayan podido incrementar sus ingresos.
Así nos explica Monnett Josson, coordinadora del PAE, hacia dónde camina esta iniciativa
“en un par de años se espera que el PAE sea un centro ecoturístico que promueva la gestión ambiental y la agroecología como medio sostenible para salvaguardar el medio ambiente, a la par que se intensifica la producción agrícola y ganadera, y permite el procesamiento de alimentos para poner a disposición de toda la población de la provincia de Haut Lomami alimentos de calidad, saludables y a un precio asequible”.
Para ello se está trabajando en la mejora de la sostenibilidad, buscando la suficiencia energética proporcionada por paneles solares que permitan un sistema eléctrico para el sistema de riego y el funcionamiento de las instalaciones. Además, la lógica circular del proyecto -ganadería y agricultura son interdependientes-, contribuye a que el ochenta por cien de los insumos necesarios para la producción se generen en el propio centro.
Como ya nos explicaba Monnett, se espera que en los dos próximos años el PAE sea cien por cien sostenible y no dependa de suministros exteriores para su funcionamiento.
Desde Taller de Solidaridad, sintiendo que todos y todas somos parte de un mismo planeta, nos sumamos a esta celebración y seguimos una vez más apostando por apoyar al pueblo africano desde la denuncia y la cooperación.