Sekuashat – Gracias
Hemos llegado a noviembre y estamos a punto de cumplir cuatro meses en la selva peruana. A lo largo de septiembre y octubre hemos estado bastante ocupados y en muchas ocasiones desconectados del mundo exterior que rodea la Amazonía, por lo que un pequeño espacio de paz debe ser aprovechado para hacer resumen de todo este tiempo y devolver las experiencias a nuestros allegados de la ciudad.
Durante dos semanas hemos viajado a diversas comunidades del río Santiago, espacio del pueblo Wampis donde en el año 2015 se conformaron como Nación Wampis, con un Estatuto propio y una delimitación territorial sustentada por 7.000 años de presencia en la zona tal y como afirma el estudio antropológico que justifica su creación. Aunque nuestro objetivo era levantar información sobre los procesos históricos y culturales de las poblaciones autóctonas, hemos visitado realidades diferentes que han complementado la visión de una totalidad que esconde más aspectos que los que deja ver.
Se trata de un área presionada por la tala ilegal de madera, la adquisición por parte de colonos de propiedades superpuestas a comunidades indígenas, atacada por la extracción ilegal de oro a pequeña escala y la contaminación hídrica resultante de las labores extractivas que se realizan en la frontera nacional y en otras comunidades cercanas al rio y a las quebradas. Además parece que está proliferando el cultivo de coca destinado al narcotráfico y de otros productos de la misma índole, problema que se acentúa con los conflictos internos resultantes de la disparidad de intereses que chocan entre mestizos, Wampis y Awajún, estos últimos descontentos por la delimitación del territorio Wampis al incluir sus comunidades dentro del proyecto de la Nación. Todo este panorama confluye en una situación de tensión constante que tal y como pudimos comprobar al poco de abandonar el territorio, estalla en enfrentamientos violentos que se saldan con víctimas y aumentan la problemática general (esta vez generados por la tala ilegal, la posesión de tierras y el interés diferenciado que sobre estas se dan por parte de Awajún y Wampis), cuya resolución queda en manos de la ley consuetudinaria al no haber una intervención estatal adecuada. El olvido generalizado de las instituciones se deja ver a cada paso mientras la belleza natural del entorno silencia el trasfondo original de los problemas que invaden la zona. Todas las personas con las que hemos tratado nos remarcaban la importancia de su vida ancestral y las graves consecuencias que había traído el desarrollo económico, que solo ha pretendido aprovechar la riqueza subyacente del entorno sin un seguimiento oportuno que les aportara un beneficio recíproco para afianzar una situación de seguridad estable.
Personalmente volví de este viaje con la sensación de haber recibido un cúmulo de información muy valiosa, pero cuyo resultado no podía devolver de manera significativa a sus transmisores. Me sentí parte del problema hasta que me puse a trabajar con sus testimonios y aclaré algunas ideas y nuevos rumbos que debía incluir el proyecto histórico, pues a partir de entonces se convirtió en una reivindicación y no solo en un estudio más sobre la cultura y la historia y de los pueblos Awajún y Wampis.
Con esta prerrogativa nos dispusimos a viajar al territorio Awajún del río Cenepa, una zona afectada por un problema clásico fronterizo, donde en el año 1995 se vivió una guerra entre Ecuador y Perú y a raíz de la cual se acentuaron los conflictos relacionados con la minería. Allí se instaló definitivamente la empresa Afrodita, destinada a la extracción de oro en una de las zonas más ricas en biodiversidad del planeta y cabecera de los grandes ríos que invaden la Amazonía peruana. Durante años las organizaciones nativas de esta cuenca hidrográfica han luchado incesantemente contra la presencia de Afrodita y en este 2017, mientras nosotros nos hallamos en Perú, se dictó una sentencia histórica que daba la razón a los pueblos indígenas y según la cual la empresa minera debía abandonar la zona. Pudimos tratar esta temática con algunos integrantes de ODECOFROC, una de las formaciones indígenas tradicionales del Cenepa que llevó a cabo la demanda de amparo para la expulsión de la minera. En su misma sede en Mamayaque, tuvimos la suerte de estar presentes durante un taller de artesanía donde las mujeres realizaron cursos de cerámica y los hombres labores textiles. Además, durante una semana convivimos con la familia de uno de los integrantes de la Escuela de Lideres de SAIPE en la comunidad de Puente Sasa, donde pudimos constatar en primera persona la verdadera situación en la que viven ciertas personas abandonadas por el Estado, pero también el modo de vida que llevan y la fuerza que poseen las familias para sustentarse a sí mismas.
En Huampami, la capital del distrito del Cenepa, pudimos divisar otro de los grandes problemas que achacan el territorio y del cual tiene mucha culpa la desatención estatal, que unida a la desfasada interpretación de progreso que se ha intentado aplicar ha provocado un desinterés creciente en las prácticas de la economía tradicional. Todo ello ha desembocado en una alta tasa de desnutrición y anemia que se ha ampliado a casi todas las comunidades aledañas del río hasta llegar a la frontera. En estas zonas tan alejadas del Gobierno central fluctúan este tipo de dificultades y se añaden a otras tantas que surgen de la acumulación de sucesos irresueltos. Tal y como pudimos constatar por nuestros propios ojos, la minería a pequeña escala sigue dándose en varios puntos de la orilla del Cenepa, con sus graves consecuencias al ser realizada con mercurio y en contra de la negativa de los habitantes, hecho que puede desencadenar en nuevos conflictos tal y como ocurrió en el río Santiago.
Lejos de estas situaciones negativas, nuestra experiencia tuvo un repunte personal muy beneficioso al poder participar en algunos de los rituales propios de esta cultura ancestral como son la purga interior con Wais, la toma de Tabaco y de Ayahuasca, que nos ayudaron a comprender la cosmovisión y las practicas atávicas que ya realizaban hacen siglos y que han logrado transmitirse de manera oral a lo largo de su historia.
A modo de conclusión, solo puedo decir que seguiré trabajando para definir del mejor modo posible la reivindicación histórica de los pueblos Awajún y Wampis ciñéndome en la medida de lo posible a la realidad pasada y del presente y por supuesto agradecer inmensamente a TDS primero, y a SAIPE en segundo lugar, por haberme permitido realizar este viaje vital que tantos conocimientos me está aportando.
SEKUASHAT.