Y pensar que yo sufría…

Ya no soy la que era…así, al menos, es como me siento. Después de vivir esta experiencia, algo cambia dentro de ti, algo se rompe y al mismo tiempo algo se recompone. Casi sin darte cuenta, de a poquitos, en silencio, te encuentras recorriendo un camino que te transforma la mirada y te descubres más plena, más consciente y comprometida.

Qué ilusa… y pensar que yo sufría… Me doy cuenta de que no puedo más que dar las gracias a Dios por todo lo que he ido consiguiendo en esta vida y por mostrarme que después de la tempestad siempre llega la calma. Formar parte de la cooperativa Mulleres Colleiteiras me cambió (en todos los aspectos), TDS me revolucionó y me permitió evolucionar.

No podía creer la suerte que había tenido: ¡iba a poder vivir un voluntariado internacional! En cuanto fui plenamente consciente de ello, las preguntas se agolparon en mi cabeza y también, por qué no decirlo, los miedos. ¿Qué podré aportar?, ¿dónde iré?, ¿y si defraudo?, ¿iremos a algún sitio complicado? Esta iba a ser la primera vez que saliera de España. Sentía nervios, pero tenía muy claro que QUERÍA IR.

Recuerdo el día en el que nos dijeron que íbamos a Medellín, Colombia. Estaba entusiasmada, no podía imaginar mejor lugar. Por si fuera poco, desde el equipo de TDS lo primero que nos dijeron es que fuera cual fuese nuestro destino, siempre íbamos a estar en las mejores manos, arropadas y protegidas. Y así fue.

Me pasé gran parte del vuelo llorando, me sentía triste por circunstancias recientes que dejaba atrás, pero a la vez sentía un apoyo tan reconfortante que pude sacar fuerzas para vivir esta experiencia dando lo mejor de mí. ¡Qué diferente todo cuando llegas a una ciudad nueva, a otro país, y qué crudo ver la realidad de tantas personas en situación de vulnerabilidad, especialmente mujeres!

Las heroínas

Mujeres para las que su principal objetivo es sobrevivir día a día. Mujeres que quieren estudiar, forjarse un futuro mejor, mujeres que fueron violadas, maltratadas, madres solas con hijos a su cargo, mujeres que van a sus clases sin desayunar, pero que luchan incasablemente por salir adelante.

Todo lo que escuché en el tiempo que compartí con ellas es de lo más duro que he vivido en mis cuarenta y cinco años, pero a la vez obtuve un ejemplo impagable: su fuerza arrolladora, sus ganas de vivir, el valor de un abrazo, su escucha activa, sus palabras reconfortantes llenas de verdad… Que te digan: “nos volveremos a encontrar con mejores vidas, porque lo habremos conseguido”.

Sentía su alegría al mirarme, porque veían en mí a TDS, a esa entidad que las apoya junto a la Institución Técnica San José Obrero para convertirse en las dueñas de su propia realidad, pero a la vez su rostro reflejaba el cansancio y la tristeza de unas vidas tan duras que no alcanzo a imaginar. Yo siempre les daba las gracias a estas mujeres que, sin tener nada, te lo dan todo, porque ellas son las verdaderas heroínas.

Mi proceso

Recuerdo mis momentos de soledad en la casa de las Siervas de San José. Al llegar la noche, mirando por la ventana, trataba de digerir lo vivido ese día. Era difícil, pero a la vez sentía que valía la pena cada instante compartido, cada confidencia, cada risa, cada lágrima, cada aprendizaje. ¡Ojalá haya dejado algo bueno de mí!, porque lo que me llevé no se puede describir con palabras.

Hubo días duros, con testimonios impactantes, hasta el punto de tener que coger aíre para poder seguir, porque este tipo de voluntariado requiere de una buena preparación mental y emocional previa ante lo que te puedas encontrar. Debo decir que de eso se encargaron, y muy bien, las personas del equipo de TDS. De ahí saqué la fuerza para seguir. La preparación anterior fue primordial para mí, junto a mi sombra, Yolanda, que me escuchó en mis momentos de debilidad. Le agradezco que siempre pudiera encontrarla al otro lado del teléfono, fuese la hora que fuese.

La vuelta

El día que empecé a hacer las maletas fui consciente de que quería volver, de que me había enamorado de sus gentes, de sus barrios, de su fortaleza, de sus ganas de vivir, de su humanidad… Quiero seguir aportando lo que pueda a estas mujeres que tanto me han enseñado.

Mención aparte merece el equipo de la Institución Técnica San José Obrero. Nunca podré olvidar su calidez humana y su calidad profesional. Como tampoco podré dejar de sentir el espectacular trato de las Siervas de San José. María Josefa, Daisy, Marleny y Edelmi me acogieron en su casa como si de una hija se tratara. La despedida fue dura, silenciosa, no había palabras, solo las lágrimas podían transmitir la emoción de lo vivido junto a ellas. Entendieron mi silencio, y me dejaron un último mensaje propio de esa sabiduría que da los años y la entrega a los demás: “celebra, no te despidas, porque volverás y seguirás aportando”. Con esas palabras en mi cabeza dejé aquella casa que había sido la mía durante este tiempo.

Al llegar a España me encontré de nuevo con esa realidad que había dejado semanas atrás, pero que ya no la sentía igual. Yo había cambiado, pero la gente de mi alrededor había seguido con su vida. Era mi transformación, no la suya, por eso cuando trataba de explicarles lo que había visto, cómo vivían las personas a las que había conocido…la respuesta más repetida era: “bueno, pero aquí también hay necesidad”. Sí, es cierto, aquí también hay necesidad, pero después de este voluntariado, lo que trato de transmitir es que hay una gran diferencia. Porque aquí tenemos un ingreso mínimo vital, aquí tenemos bancos de alimentos, tenemos ayudas sociales, entidades como Cáritas en las que nos podemos apoyar, pero en otros lugares, en otros países no tienen nada, excepto miedo y discriminación. En otros lugares eres menos por ser mujer.

Si no lo vives, no lo sabes, si no ves la realidad, no la conoces.

¿Por qué no soy la misma?

Ver, conocer esa realidad me ha cambiado, porque ahora valoro lo que tengo, porque soy agradecida por poder compartir. El voluntariado internacional te conmueve, te transforma, porque ves con tus propios ojos lo que TDS consigue. ¡Ojalá pueda volver y ver los cambios de las personas con las que compartí, y vivirlo con más calma y tranquilidad!

Podemos leer muchas vivencias sobre voluntariados, pero hay que vivirlas, hay que convivir con otras personas de otras culturas, hay que buscar el entendimiento, la comprensión y el conocimiento mutuo para darnos cuenta de que tenemos mucho más en común de lo que nos separa. Cuando vuelves, te das cuenta de que recibes mucho más de lo que das y que la manera de devolver algo de lo vivido es dar a conocer esa otra realidad, tratar de sensibilizar a la gente que te rodea sobre lo que has visto. Estamos demasiado metidos en nosotros mismos y, a veces, apoyar y colaborar con el otro significa ayudarte a ti mismo y contribuir a mejorar la vida de alguien en algún lugar del mundo.

Jamás olvidaré lo vivido. Es un antes y un después. Gracias, por tanto.

Sofía Vázquez, voluntaria internacional

Julio 2024. Medellín, Colombia