Ni una menos
Soy mujer y llevo con orgullo mi género. He sentido en mi vientre el placer de llevar a mis tres hijos, de acurrucarlos junto a mi pecho y amamantarlos y he sido muy afortunada por verlos crecer sanos. He sentido como se derramaba la vida por mi casa cada mañana cuando abría las ventanas y dejaba entrar al dios sol y cuando preparaba el desayuno con las prisas del nuevo día, los trabajos, los estudios, las penas y alegrías que flotan en el aire de una familia.
Las mujeres vivimos en el centro de muchas cosas, cuando una se va, deja un vacío inmenso pero cuando se va sin sentido, por la incomprensión de un hombre que un día le dijo que la quería, deja rencor en el alma de los que la necesitaban, deja la amargura de no creer en el amor, deja la tristeza de las palabras de una hija que ya no puede llamarle padre al que le mató a la que más quería.
A estas altura de mi vida no espero que un hombre me cubra de joyas ni me ponga en un altar, pero no podré llamar hombre al que no respete a la mujer por lo que es, al que no mire con orgullo a la mujer que dio vida a sus hijos, a la que se levantó cada mañana para seguir luchando por la vida.
No puedo considerar hombre al que se esconde entre falta de leyes y jueces corruptos y camina impunemente después de pegar a una mujer. Acabo de llegar a Perú y he visto por sus calles mujeres que llevan en sus rostros marcadas las arrugas del trabajo duro, a sus espaldas el queperina con su hijo, en las manos su mercancía y en la mirada la tristeza por la ingratitud recibida por sus parejas, pero también vi la plaza de armas de Cusco abarrotada de gente que gritaba “ni una menos”, vi una juventud luchadora que tiene una gran revolución por hacer, que tiene en sus voces la obligación de educar a sus hijos en el respeto y la tolerancia, de dar a Perú la categoría de gran país, formado y consecuente que reconoce en sus mujeres a las portadoras de vida que bajo ninguna circunstancia merecen el maltrato de un hombre.
Estrella. Perú. 2016