Alavar: el espíritu de Bonifacia

Alavar, un emprendimiento social promovido por mujeres, con un recorrido de más de 25 años

Me llamo Susana de Andrés Nieto, soy Sierva de San José desde hace muchos años, de hecho, ya he celebrado mis bodas de plata. Soy trabajadora social, aunque en mi trabajo realizo las tareas de gerente de la empresa de inserción Alavar

La inspiración de la creación y del posterior desarrollo de esta empresa de inserción sociolaboral es Bonifacia Rodríguez Castro, la fundadora de la Congregación Siervas de San José .

Con esta entrevista celebramos este 6 de junio el 150 aniversario del nacimiento de la Congregación y compartimos la esencia de un emprendimiento social como Alavar que nos acerca al espíritu de todo el legado que ha dejado a lo largo del planeta y que actualmente está presente en: Estados Unidos, Colombia, Cuba, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, R.D. del Congo, Zambia, Filipinas, Vietnam, Papúa Nueva Guinea y España. 

¿Qué es Alavar?

Alavar es una empresa de inserción sociolaboral que pertenece a la Congregación Siervas de San José, a través de la entidad promotora Fundación Trab.Or. Es una lavandería y tintorería. El nombre de Alavar viene de alabar a Dios y de la tarea que nos traemos entre manos que es lavar ropa.

Una empresa de inserción es una entidad perteneciente a la economía social que funciona como una empresa normal, en nuestro caso como una lavandería y tintorería, y que como tal tiene su facturación, clientes, proveedores, local, contabilidad… pero a su vez tiene también un proyecto social que se desarrolla en la misma empresa.

Se caracteriza porque más de la mitad de sus trabajadores y trabajadoras provienen de una situación de exclusión social o de vulnerabilidad. Estas personas están un máximo de 3 años en la empresa desenvolviendo un trabajo y adquiriendo competencias tanto profesionales como sociolaborales o transversales. También tienen acompañamiento personal para ir solucionando los problemas que han hecho que estén en esa situación de exclusión o vulnerabilidad en la que se encuentran. El objetivo, una vez que pasan los 3 años, es que se hayan insertado en una empresa del mercado laboral normalizado, donde además realizamos el seguimiento a la persona durante 6 meses más.

Alavar está compuesta por 10 personas en plantilla fija y por 17 personas de inserción. En total somos 27.

¿Qué inspiró su creación y cómo ha evolucionado desde entonces?

La inspiración de la creación y del posterior desarrollo de la empresa es Bonifacia Rodríguez Castro, la fundadora de la Congregación Siervas de San José. Esta mujer empezó la Congregación en su propia casa con el taller de cordonería y pasamanería que tenía. Fue a finales del siglo XIX en Salamanca. Las Siervas de San José nacieron, entre otras cosas, para hacer una labor de prevención de mujeres jóvenes a través del trabajo y del aprendizaje de un oficio. En este sentido se creó la tintorería en el año 1996 para dar trabajo y ayudar a salir adelante a jóvenes en situación de exclusión social. Los comienzos fueron muy duros porque casi no tenían trabajo.

En el año 2001 cambió el equipo de Siervas de San José que gestionaba la empresa, empezamos otra gente nueva y decidimos caminar hacia la forma jurídica de empresa de inserción. Nos parecía que esta figura jurídica respondía más al carisma. La calificación de este tipo de empresa, que la concede el gobierno de la Comunidad de Madrid, se consiguió en el año 2008. De esta forma, se podía acceder a subvenciones para hacer frente a los sobrecostes que tiene una empresa de inserción en comparación con una empresa normal y corriente. Es decir, hay que conseguir dinero para el proceso de aprendizaje de las personas trabajadoras, para el sueldo de la trabajadora social o, en nuestra jerga, técnica de acompañamiento, para poder disponer de tiempo para el acompañamiento personalizado…

Hasta el año 2012 la empresa estuvo en un local de 100 m2 en los bajos de la Comunidad de Siervas de San José situada en el Paseo de Los Olivos, pero ese año nos trasladamos a un área empresarial de Getafe, a una nave industrial de 1.000 m2. Este cambio de domicilio nos ha permitido seguir creciendo.

Alavar tiene ya muchos años, pero sigue inspirándose en el Taller y en la labor de Bonifacia.


¿Cuál es la misión principal de Alavar y cómo se integra el aspecto social en su actividad productiva?

La principal misión es dar trabajo a personas, fundamentalmente mujeres, que están en situación de exclusión social o de vulnerabilidad como tránsito al empleo normalizado. Cada persona de inserción tiene todos sus derechos laborales desde el primer momento que pisa la empresa y, además, tiene dos personas de referencia: la técnica de producción o maestra de taller que le va a enseñar el oficio y va a ayudarle a adquirir hábitos laborales, y la técnica de acompañamiento o trabajadora social que va a ocuparse del itinerario personalizado acompañando a la persona en la búsqueda de salidas a su situación de exclusión social. Cada trabajadora de inserción emplea su jornada laboral en actividades productivas y en su propio proceso de inclusión. Se trata de tener el funcionamiento social y empresarial en movimiento y en equilibrio.

¿Qué impacto ha tenido Alavar en la comunidad local y en las personas en situación de riesgo o exclusión social?

A lo largo de toda la trayectoria de Alavar han pasado por la empresa más de 125 personas. Estas son algunas estadísticas que manejamos:

  • Un 70% han sido de inserción. La ley marca que sea como mínimo un 50%
  • Un 85% han tenido una buena experiencia, aunque no se haya logrado la inserción laboral en el mercado normalizado.
  • Se ha logrado la inserción sociolaboral con un 45% de las personas de inserción. Hay que tener en cuenta que las políticas activas de empleo se sitúan en torno al 12%.
  • Han pasado por la empresa personas de 18 nacionalidades distintas, aunque un 65% han sido de España.

¿Cómo se seleccionan y preparan a las personas para formar parte del equipo de Alavar?

El equipo se ha ido formando a lo largo de los años. Algunas personas hemos llegado provenientes de otros trabajos y, de una forma u otra, hemos encontrado nuestro hueco laboral y social en este tipo de empresa. Otras personas fueron, en su día, trabajadoras en puesto de inserción, han hecho un proceso muy interesante de empoderamiento y han evolucionado personal y profesionalmente dentro de la empresa y son ellas, ahora, las que ayudan a las demás a tener su propio desarrollo. En Alavar, no tenemos una política escrita de retención del talento, pero es algo que se favorece mucho.

¿Cómo te sientes tú siendo parte de este equipo?

Yo me siento muy bien. Estoy muy contenta de pertenecer a este equipo. Entre mis tareas está la de liderar. A veces experimento un poco de cansancio porque llevo muchos años con mucha responsabilidad, pero también disfruto mucho porque veo que cada vez estamos más cohesionados y nos llevamos mejor. Somos mucho apoyo unos para otros en lo profesional, pero también en lo personal.

 

¿Qué papel juegan las mujeres dentro de Alavar y cómo se promueve la igualdad de género en la empresa?

El equipo de trabajo lo formamos 5 mujeres, que somos las que lideramos con mayor peso esta empresa, y 3 varones. A lo largo de la historia de la empresa, un 70% de la plantilla han sido mujeres. Hoy en día somos un 65%. Y cuando vamos a hacer alguna contratación procuramos dar preferencia a mujeres. Tenemos un plan de igualdad que procuramos llevar a cabo, con medidas como la conciliación de la vida familiar y laboral.

¿Podrías compartir alguna historia inspiradora de éxito de alguna persona que haya pasado por el programa de inserción de Alavar? 

Hemos tenido bastantes historias de éxito, pero hay una que me gusta especialmente. Es la de un matrimonio afgano que se vino caminando desde Afganistán hasta España. Ellos eran muy jóvenes y trajeron a sus dos hijos, uno de 5 años y otro recién nacido. En su país eran agricultores y a él se le “ocurrió” cultivar vides y hacer vino; cuando llegaron los talibanes a esa zona, fueron perseguidos y tuvieron que salir huyendo. Su familia les ayudó económicamente y por eso pudieron hacer el viaje atravesando fronteras, cogiendo algún autobús, escapándose de campos de refugiados, etc. hasta llegar a Barcelona, España. Desde allí se trasladaron a Madrid, y como no tenían donde residir ni nadie conocido a quien acudir, vivían en la calle. Estaban en una situación muy desesperada, cuando de una parroquia cercana los vieron durmiendo con los dos niños tan pequeños y decidieron ayudarles. De esta forma, entraron en contacto con CEAR, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, que les proporcionó un lugar donde vivir y lo necesario para su sustento. También empezaron a enseñarles el idioma castellano. Desde CEAR se pusieron en contacto con Alavar para ver si le podíamos dar trabajo a ella, ya que era la más decidida y la que mejor manejaba el español. De esta forma, empezó a trabajar con nosotras como operaria de lavandería.

Cuando llevaba un tiempo nos expresó que su marido lo estaba pasando muy mal, que estaba desesperado por no poder trabajar, que se sentía impotente y estaba entrando en una depresión. Esto nos hizo decidirnos a contratarle a él, así que teníamos un matrimonio por primera vez trabajando en la empresa. Nos daba un poco de miedo porque no sabíamos cómo se iban a situar en la empresa, ni las relaciones entre ellos; pero nos parecía una oportunidad preciosa de fortalecer un núcleo familiar. Al poco tiempo, parecía otro. Volvió a ser un hombre templado, tranquilo, afable, alegre.

Pasó el tiempo y decidimos que ella había terminado su proceso en la empresa de inserción, no llegó a agotar los tres años que marca la ley, sino que mucho antes vimos que estaba preparada para dar el salto al mercado laboral normalizado. Así lo hicimos y desde entonces no le ha faltado el trabajo; es verdad que no encuentra un trabajo fijo, pero el mercado laboral es así. Por otra parte, el marido siguió mejorando y es un excelente trabajador. Cuando llegó el momento de terminar su proceso, coincidió con que en Alavar, por motivos de crecimiento, necesitábamos reforzar la plantilla fija y decidimos insertarle con nosotras. Así que sigue trabajando aquí.

¿Cuáles son los mayores desafíos que se enfrentan al trabajar con personas en riesgo de exclusión social y cómo los abordan?

El primero de ellos está siendo el de la vivienda. Actualmente, si cualquiera de nosotras tenemos dificultades para acceder a ella, estas personas aún más por el coste abusivo de los alquileres y los requisitos que impone el mercado, que en muchos casos son en base a criterios discriminatorios, como el tener hijos al cargo, ser de determinadas nacionalidades o ser un chico joven.

El segundo es el de la salud mental. Muchas personas vienen con traumas e historias del pasado duras y sin terminar de cerrar, que les siguen pesando en “su mochila”. Sabemos que hoy en día nuestra seguridad social no dispone de los recursos para atender esta necesidad como debería, y el coste privado de esta atención es muy alto, por lo que en muchos casos acompañamos un proceso de derivación a asociaciones sin ánimo de lucro con recursos de atención psicológica donde puedan atender a nuestras trabajadoras ajustándose a sus posibilidades económicas.

Por último, el desafío del acceso a un trabajo digno al finalizar en Alavar. Muchas personas en inserción no quieren marcharse por las condiciones de cuidado y de respeto a sus derechos que aquí encuentran, y que a menudo el mercado laboral no ofrece.

¿Cuáles son los valores fundamentales que guían el trabajo diario en Alavar?

Cuando inauguramos la nave en la que trabajamos actualmente, todo el acto estuvo amenizado con música y canciones de distintos cantautores. El tema con el que abrimos fue de Manolo Copé y se titula “La persona es lo primero”. Creo que esta es una canción emblemática para nosotras porque consideramos que la persona está en el centro de todo lo que hacemos. Es verdad que todo se desarrolla en un ámbito empresarial y que son importantes la economía, los procesos productivos…, pero la persona es lo primero.

Otro de nuestros valores, que además entronca con la manera de trabajar de Bonifacia Rodríguez Castro, la fundadora de la Congregación, es el trabajo bien hecho. Esto es marca de la casa. Nos caracteriza la calidad y la excelencia en el trabajo. De hecho, tenemos una fidelización de los clientes del 95%. A algunos llevamos dándole servicio más de 25 años.

También inspiradas por los principios de Bonifacia Rodríguez Castro, tenemos, lo que nosotras llamamos, «caja común». En el Taller de Bonifacia, del producto del Taller “comían” todas las personas que trabajaban en él: las Siervas de San José, las jóvenes acogidas y las mujeres mayores. El dinero que entraba servía para sacar adelante el Taller y para repartir por igual entre todas las mujeres.

Nosotras también tenemos “caja común”, es decir, nos regimos por la no lucratividad y por una equitativa distribución de la riqueza. Es verdad que al ser empresa de inserción estamos obligadas a reinvertir los beneficios, pero, también, buscamos otras fórmulas como hacer una paga extra de beneficios al final del año o tener una gradación de sueldos lo más pequeña posible y siempre de acuerdo con el convenio. De hecho, no se duplica ningún salario.

El cuarto valor fundamental es la inclusión, entendida como la igual oportunidad de acceso a un empleo ordinario. Es el fin fundamental que se pretende con los trabajadores de inserción, pero se hace real en la propia empresa de inserción.

Por último, me gustaría poner de relieve las condiciones de trabajo dignas o el trabajo decente que está tan de moda. En realidad, se trata en un primer momento de cumplir con la legalidad. Y parece mentira que lo que tendría que ser normal se considere un valor. Es decir, nuestro personal cumple un horario de 8 horas diarias, sabe a qué hora entra y a qué hora sale, tiene su sueldo regularmente antes de que acabe el mes, recibe un trato cordial y educado por parte de las personas responsables de la empresa, tiene seguridad en el trabajo y opciones de progresar, y procuramos la conciliación de la vida laboral y familiar. Insisto, esto tendría que ser lo común y, sin embargo, socialmente no es así.

¿Cómo se financia y sostiene económicamente Alavar como empresa de inserción?

Tenemos una opción firme por ser viables económicamente y no ser gravosas para la Congregación. Es nuestra responsabilidad generar condiciones que permitan la continuidad de la empresa de inserción. Forma parte de nuestra relación con la Congregación y nos comprometemos a dar cuenta periódicamente de la gestión de Alavar.

Nos financiamos por dos vías. La más importante es la facturación por nuestros servicios de lavandería y tintorería. Pero, también tenemos subvenciones. Creo que es importante explicar que las subvenciones van destinadas a los sobrecostes que como empresa de inserción tenemos en comparación con una empresa ordinaria.

Es decir, nuestras personas trabajadoras de inserción, cuando llegan a Alavar, no tienen una producción rentable, no tienen hábitos laborales y desconocen por completo el oficio, por lo que dedican gran parte de su tiempo a aprender y necesitan que la maestra de taller emplee parte de su jornada laboral en pararse a enseñar.

A su vez, necesitan espacios para su propio proceso personal, para el acompañamiento personalizado y para realizar distintas acciones que les ayuden a salir de su situación de exclusión. Este tiempo también sale de su jornada laboral.

Por último, hay que poner de manifiesto que toda empresa de inserción necesita tener contratada una trabajadora social o técnica de acompañamiento (una por cada 15 personas de inserción) que ayuda a las personas trabajadoras de inserción y no se puede pretender que el sueldo de estas personas salga de la producción de la empresa. Simplemente, no se llegaría.

¿Cuáles son los planes futuros y las metas de Alavar en términos de crecimiento e impacto social?

Nuestro plan es siempre crecer lo más posible para generar todos los puestos de trabajo que podamos. Queremos aprovechar al máximo la empresa para que pueda servirles a muchas más personas. De hecho, estamos inmersas en un proceso de consultoría para sacarle el máximo rendimiento a Alavar. Con la consultoría también vamos a analizar los itinerarios de inserción y la gestión de todo el proyecto social de cara a procurar muchos más casos de éxito a nivel de inserciones laborales; en definitiva, potenciar nuestra misión última.

1 comentario en “Alavar: el espíritu de Bonifacia”

  1. Susana, me ha encantado tu relato sobre la empresa de inserciòn laboral. Felicitaciones , Bonifacia debe estar contenta con tantas mujeres reconocidas en su dignidad de personas trabajadoras. Te deseo de coraciòn que sea haga realidad el sueño de «crecer lo más posible para generar todos los puestos de trabajo que podamos». Y tambièn el empeño de » … aprovechar al máximo la empresa para que pueda servirles a muchas más personas».

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