Sonriendo a la vida
El primer sábado que pasamos aquí en Manila, salimos de nuestro lugar de residencia habitual, para poner rumbo a la casa de acogida que las SSJ tienen en Avenue Murphy, Quezon City, que en tagalo se llama ‘Tahanang Pagbuhog M.Bonifacia Inc.’, pero también tiene su nombre inglés, puesto que es la segunda lengua que utilizan para hablar, y así, pasa a llamarse ‘Formation House of Mo. Bonifacia Inc.’ A las ocho y media, Erlin nos condujo hacia allí, en la furgo ibamos Josefina, Pere (compañero de Taller de Solidaridad), su mujer, su hija y yo. El trayecto no fue muy largo, pero lo suficiente para fijarnos en el colorido de las paredes, la gente dedicada a sus quehaceres y el tráfico que inunda las calles, sin importar el día ni la hora que sea.
Llegamos a la casa y lo primero que vimos fue un gran cartel de bienvenida que habian preparado las chicas, algo que, por lo que hemos visto, es muy común en Filipinas, son muy hospitalarios y les gusta recibir a la gente cuidando cada detalle.
Nada más entrar en la casa, nos recibieron con este gesto. Gesto que hacen los niños y adolescentes, para simbolizar respeto a los adultos. El saludo lo completan con un “po” al final de la frase, que también significa que están hablando con alguien mayor que ellos. Sorprende ver que los más pequeños, incluso de un año, también lo hacen.
Como hacía calor, también nos ofrecieron una refrescante agua de coco, que bebimos directamente de la fruta.
Aquí, en esta casa, desarrollan un proyecto de acogida de jóvenes en situación de riesgo, para protegerlas de cualquier tipo de explotación. Las chicas que viven aqui, y que tienen entre 12 y 19 años, son la mayoría huérfanas o abandonadas, y provienen de una situación de pobreza extrema y familias destructuradas. Se les provee de un techo, comida, educación y valores, que le sirvan para poder, en un futuro, alejarse de esa realidad que vivieron siendo muy pequeñas. Nos llamó la atención la educación que tienen y su alegría , que contagiaban a través del brillo de sus ojos y la amplitud de sus sonrisas.
Después de las presentaciones y la calurosa bienvenida, nos dispusimos a disfrutar de una serie de actuaciones por parte de las chicas. Nos encantó el desparpajo y las aptitudes para la música que tienen, en concreto una de ellas, que, a pesar de su timidez, nos embaucó a todos con su preciosa voz.
También tuvimos tiempo para jugar con ellas. Fue un rato ameno y distendido, en el que intercalamos juegos que les enseñábamos nosotros y juegos que ellas, con tanta ilusión nos explicaban.
Después de tanto juego, como es de suponer, se nos abrió el apetito, que pronto saciamos con toda la comida que nos habían preparado. Compartimos mesa , y de postre, entre otras cosas, nos ofrecieron sandía amarilla. Otra fruta que no habíamos probado nunca de ese color, pero que, evidentemente tiene el mismo sabor.
Fue un día muy agradable, el que pasamos con ellas, y, sin duda, esperamos repetir pronto. Son una muestra, de que, proporcionando la ayuda y ‘herramientas’ necesarias, es posible cambiar la vida de alguien a mejor. Sus sonrisas y ganas de vivir, son el mejor resultado.
Diana. Filipinas. 7 de agosto de 2016.