Un día en la Ciudadella de Fundación Nuquanchik

Estábamos entusiasmadas ante el día de trabajo que nos esperaba. Las voluntarias de TdS volvíamos a compartir vivencias y nuevas experiencias con la Fundación Nuqanchik. En esta ocasión presentaban todas sus actividades de una manera muy especial, convirtiendo sus espacios en una “ciudadela” donde pequeñas y mayores podían disfrutar aprendiendo y jugando a la vez que conocían la organización de una urbe.
Para entrar a la ciudadela, cada familia debía registrarse en el banco de la misma, situado a la entrada, donde recibían una cantidad de pesos bolivianos (ficticios) en función del número de niños, niñas, padres y madres. Este dinero les otorgaba la oportunidad de participar en las distintas propuestas, pagando una cantidad para cada actividad.

Los adolescentes del apoyo escolar tenían una tienda de juguetes y tarjetas por el día de la amistad. Todo lo que allí vendían había sido realizado en las tardes de la semana previa en el proyecto coordinado por Jobana y Jhoseline, las cuales ejercieron su papel de policía durante el evento (con sanciones y cárcel incluidas).
Tanto los pequeños/as como los adolescentes del programa de apoyo escolar se convirtieron en artistas, exponiendo sus obras de arte a modo museo en una de las salas de la fundación. En este espacio era posible encontrar desde cuadros de lo más variopinto, hasta manualidades dignas de la mejor escultora de la historia. Al otro lado del telón, arte y ciencia se unían en un espacio de experimentos y quienes se animaban a entrar anduvieron con manos blancas manchadas de maicena toda la tarde, sin olvidar el gran aprendizaje que se llevaban gracias a sus compañeros y compañeras.

La tarea de los y las adolescentes no se había quedado ahí, también tenían un puesto de “popitas” (como aquí llaman a las palomitas), donde cada persona podía recoger su bolsa para disfrutarla en el teatro con el que contaba la ciudadela, donde se realizaron varios pases de una obra de títeres organizada y protagonizada por niños y niñas.

Los juegos de azar no faltaron en la velada; cada persona podía participar en un sorteo en el que los premios iban desde juguetes o peluches hasta chucherías. Por otro lado, azar y habilidades se juntaban en el juego de las fichas, el que mayor éxito tuvo, y que consistía en lanzar monedas desde una distancia hacia un tablero lleno de casillas, unas estaban vacías, y otras brindaban la oportunidad de ganar más dinero.
Dos de nuestras compañeras del grupo de voluntariado llevaron a cabo su propio stand: un taller de pintura creativa que también tuvo mucho éxito. Niños y niñas de todas las edades disfrutaron sacando a la luz el/la artista que llevan en su interior, guiadas en todo momento por Laura y Miriam.

Otro de los atractivos de la feria fue la venta de pan, bizcochos y mermeladas elaborados en la propia Fundación. En ese mismo puesto, también tuvieron la oportunidad de vender semillas y verduras cosechadas por las señoras del proyecto de agroforestación.

Culminaba este día lleno de emociones y diversión, donde trabajadoras de Nuqanchik, grupo de voluntariado y familias convivieron en armonía.

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