Voluntariado en Perú. De la oscuridad de Lima a la luz de Checacupe

Nos tocaba despedirnos de la capital peruana y seguir nuestro camino hacia la sierra andina. Eran las siete menos cuarto de la mañana, y el señor León, el chófer de las hermanas, nos esperaba en la puerta. Estábamos a punto de irnos cuando vemos a la hermana Eufemia, que se había levantado al amanecer para prepararnos el desayuno, con su abrigo en la mano. Se venía con nosotras hasta el aeropuerto.

Por el camino fuimos echando un último vistazo al cielo plomizo de Lima, a sus casas grises, a sus gentes serias, aunque acogedoras, y a su terrible y caótico tráfico. Mientras estaba entretenida en estos pensamientos oía de fondo a la hermana hablando con el señor León y en un momento escuché que le decía “la boca habla lo que el corazón siente”. En ese instante volví a pensar que alguien tendría que recoger las historias de estas mujeres, sus vivencias y sabiduría. Nos dejaron en la puerta de embarque con la promesa de vernos en unas semanas. Cuzco nos esperaba.

Nada más bajar del avión, tres hojas de coca nos dieron la bienvenida. Había que prevenir el famoso mal de altura o soroche, como le llaman aquí. Pasar en una hora del nivel del mar a 3.400 metros de altura no es para tomarlo a broma. De hecho, en seguida notamos una pequeña sensación de mareo que nos acompañaría los primeros días.

Mientras esperábamos que las hermanas Katty y Anita llegaran a recogernos, vimos que en el mismo aeropuerto había un consultorio médico para atender a la gran cantidad de turistas que llegan a la ciudad, y que en ocasiones necesitan recibir un poco de oxígeno para aclimatarse al lugar.

Con nuestro pequeño mareo a cuestas, nos subimos a la camioneta de las hermanas, con William al volante, uno de los chicos que les hace de chófer cada vez que necesitan acercarse a la ciudad. Ellos ya venían de hacer compras y ahora nos esperaban dos horas de camino hasta Checacupe.

Por fin veíamos el sol, el cielo azul y unas nubes espectaculares que parecían coronar las impresionantes montañas que nos acompañaban a ambos lados de la carretera, con el río a nuestros pies. Un paisaje de esos que te dejan sin palabras y que no puedes mas que admirar.

Lo que no sabíamos es que lo que nos esperaba era aún más impresionante. La casa de las hermanas en Checacupe es uno de esos lugares a los que a uno le gustaría retirarse una temporada.

Habitaciones sencillas, con una decoración al estilo inca llenas de encanto. Un terreno amplio con un pequeño invernadero en el que plantan verduras con las que abastecer al comedor que dirigen, unas mesas con sus sombrillas de paja desde las que se ve el río, al que se accede desde la casa, y una de las capillas más sencillas y bonitas que he visto nunca. Y si levantamos la mirada, el famoso Cóndor de Perú que nos da la bienvenida.

Impresiona ver tanta belleza en medio de tanta necesidad. Un lugar de ensueño con un pueblo tan pobre como encantador, tan necesitado como agradecido. Dan ganas de empezar a hacer algo, aunque no sabes muy bien qué, pero las hermanas en seguida nos ponen los pies en la tierra, más bien en la cama.

La hermana Aurora, la tercera de las Siervas que viven en Checacupe, una gallega todoterreno de 78 años, nos prepara un té de coca y nos manda a descansar hasta el día siguiente. Nos dicen que necesitamos un día para adaptarnos a la altura y les hacemos caso. Mañana empezaremos nuestra aventura checacupeña.

Yolanda Lojo
Checacupe-Perú
22-8-2018 a 22-9-2018

2 comentarios en “Voluntariado en Perú. De la oscuridad de Lima a la luz de Checacupe”

  1. Magnifica entrada Yolanda. Creo que has logrado transmitir las primeras impresiones que sientes cuando conoces un pueblo que da todo lo que tiene para que te sientas como en casa. Y sin haber entrado en detalles, podemos ver lo importante que es el trabajo que realizan las Hermanas allí. Mucho ánimo con la experiencia. Un abrazo.

  2. Amigas Yolanda y Maricarmen: Desde aquí, según Uds, en Lima la ” FEA ” me encuentro yo y las felicito por esa sensibilidad y capacidad de admiración ante la maravillosa obra de la naturaleza que el Señor creó para beneficio humano y que hoy ,muchos , quieren degradarla.El Pueblo Peruano ,por lo general , es acogedor y las que llevamos aquí 48 años y algunas más , es lógico que algo se nos haya pegado . Bueno , sigan disfrutando de esa hermosura que les rodea , entre las cuales van a ver Comunidaes que viven de ese entorno , y a las que nuestras hermanas , Siervas de San José , les llevan la fe y les ayudan a su promoción humana y cristiana , en lugares tan apartados…
    Que nuestro Padre_Dios las siga acompañando mel tiempo que les queda.

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