Se han acabado nuestros días en Checacupe. Tenemos que despedirnos de sus montañas, de sus increíbles noches estrelladas, de su serpenteante río…, pero sobre todo, tenemos que decir “tupananchiskama” (hasta que nos volvamos a ver) a sus gentes.
No encuentro palabras para transmitir las emociones vividas con las “mamaitas” (como le llaman aquí a las mujeres), los niños, las niñas y los jóvenes checacupeños. Al principio nos acogieron con timidez, pero enseguida nos abrieron las puertas de sus vidas y nos permitieron colarnos en su realidad. Nos hicieron partícipes de la dureza a la que se enfrentan día a día, pero también nos dejaron ver las esperanzas con las que las nuevas generaciones afrontan el futuro.
Nunca imaginamos encontrarnos con tanta violencia doméstica, trata de personas, desnutrición infantil… Con una realidad tan árida como sus montañas, pero a la vez tan hermosa como sus paisajes. La familias sufren y pasan hambre, pero también se ayudan y se apoyan, y lo más importante, empiezan a tomar conciencia de que pueden, deben y tienen el derecho de cambiar sus vidas.
Muchas historias nos han permitido constatar ese cambio, pero si hay alguna que me ha dejado marcada, y que ya formará parte de mi vida, es la historia de los chicos y chicas del taller de radio.
Cuando les conocí, hace apenas dos semanas, solo sabía que formaban parte de la pastoral del pueblo y que se preparaban con las hermanas Anita y Katty para su confirmación. Apenas quince días después sé que Henry y Luis Manuel quieren ser arquitectos, Katty tal vez siga sus pasos o se convierta en química, Yudi en psicóloga, Yesica en policía, Jhon José en ingeniero, Brayan y Allison en abogados, Héctor en médico y la pequeña Shirley aún lo está pensando.
He descubierto que todos ellos tienen un gran corazón, unas ganas enormes de superarse, de aprender y de ayudar, que se enfrentan con ilusión al futuro y que no están dispuestos a rendirse por muy complicada que sea su vida (y la de algunos es realmente complicada).
Me he encontrado con un grupo de chicos y chicas responsables, ávidos de conocimientos y dispuestos a trabajar, que se han entregado al máximo para salir en directo este sábado, 15 de septiembre, con su primer programa de radio, su “Waynasipaskunaq Yachaynin” (“El Saber de los Jóvenes”, como se han querido llamar). Por todo ello, no puedo estar más orgullosa de todos y cada uno de estos jóvenes. Han conseguido que después de más de veinte años como periodista, hacer realidad este sueño sea uno de mis mayores logros profesionales, y tal vez personales.
Ni Mª Carmen ni yo nos olvidaremos nunca de la dulce despedida que nos dieron. Nos prepararon con sus propias manos uno de los dulces típicos de aquí, el “Combinado”, o lo que es lo mismo, arroz con leche con mazamorra morada. Gracias por vuestra entrega y cariño. Nunca un principio pudo poner un broche más dulce a un final.
Tampoco puedo dejar de dar las gracias a las tres maravillosas mujeres que nos acogieron en su casa y nos brindaron todo su apoyo y ternuera: las hermanas Aurora, Anita y Katy. A través de su trabajo y entrega hemos podido entender la labor que las Siervas de San José, con la colaboración de Taller de Solidaridad, están realizando en esta zona. Es cierto que aún queda mucho por hacer, pero también es verdad que en los últimos años se ha dado un gran paso hacia la conquista de los derechos personales, sobre todo de las mujeres y los niños. Paso a paso se está construyendo un camino de respeto, confianza, empoderamiento y crecimiento de las personas y las comunidades.
¡Ojalá nos volvamos a encontrar en ese camino!
Yolanda Lojo
Checacupe-Perú
22-8-2018 a 22-9-2018
Precioso todo lo que cuentas Yoli. Una experiencia con una realidad dura y que sin duda marcará tu vida y estoy seguro que la de los chicos que te conocieron.
Enhorabuena Yolanda!!! Qué trabajo más hermoso y qué suerte haber tenido esta experiencia. Para ellos y para ti. Felicidades! Con ganas de abrazarte.
Hermoso trabajo , hermoso y muy emotivo todo lo que han vivido y han podido hacer junto a esa maravillosa gente . Gracias
por compartir y poder vivir junto a ustedes, aunque sea por fotos , todos esos bellos y al veces difíciles momentos.
Que experiencia Yolanda.
Imagino que ver de cerca estas realidades te hacen replantear muchas cosas. Ojalá esa comunidad pueda ir saliendo adelante gracias a esfuerzos desinteresados como el tuyo y a su propia superación.
Beso fuerte Yolanda y un abrazo a esas personas que no conozco pero que son parte de la Latinoamérica en la que nací.