Es domingo por la mañana, aún muy temprano. Alumnas, profesoras, hermanas, voluntarias… participamos con el Instituto CEA (Centro de Educación Alternativa) “María del Camino” Fe y Alegría, al que pertenecen los centros de Monte Olivos y Alto Litoral, en el desfile ante las instituciones de la OTB (barrio) de Valle Hermoso por su aniversario.
Un esfuerzo tanto para las alumnas como para las profesoras del centro, un día para vestirse elegantes, para hacerlas sentir partícipes de la institución y visibilizar el proyecto al que pertenecen. Un momento para compartir todas juntas un acontecimiento diferente del que nosotras hemos disfrutado como si fuéramos unas alumnas más.
A lo largo de la semana, hemos visitado cinco emprendimientos de alumnas y ex alumnas de confección textil de los centros de formación técnica Yachaywasi de Monte Olivos y Alto Litoral, a quienes hemos entrevistado. Nos acogieron en sus casas y talleres mostrándonos orgullosas sus logros y hablándonos de sus obstáculos y desafíos.
Mujeres de entre treinta y cuarenta y cinco años que llevan entre uno y diez años emprendiendo, y que comparten el apoyo y la colaboración de sus familias. Trabajan a través de encargos de polleras (falda típica), blusas, pantalones… de conocidas de la zona o en puestos de barrios en la ciudad. Nos cuentan felices que ganan su “platita” para aportar a la economía familiar, pudiendo al mismo tiempo criar a sus hijos e hijas.
Sus sueños son seguir creciendo: tener más máquinas, un espacio propio de taller e incluso tener personas que trabajen con o para ellas. Un ejemplo de empoderamiento para otras mujeres a las que animan a formarse y un referente para sus hijos e hijas, para que sueñen y luchen por lo que deseen. Las abrazamos y les transmitimos esa alegría compartida y las fuerzas y las ganas de seguir adelante. ¡Qué orgullo!
En estos últimos días de voluntariado, hemos asistido a una de las reuniones que tienen en la Fundación Nuqanchik las mujeres que participan en el proyecto de los huertos. Destaca el sentido comunitario del proyecto, crear red de confianza y colaboración entre familias, aprendiendo y compartiendo lo que producen, “apthapi”. Hay familias que llevan años en el proyecto, otras solo uno.
Nos esperaban con sus hijos e hijas con una mesa repleta de alimentos de sus huertos, comida elaborada por ellas mismas. Nos acogen y ofrecen lo que han traído, degustando los alimentos y platos típicos de Bolivia. Conversamos con el equipo del proyecto y con ellas sobre la realización personal y satisfacción de los avances de sus esfuerzos, las dificultades y los retos.
Son días de despedidas, con momentos en los que nos llevamos no solo el estómago lleno, sino también el corazón. Después de un mes “algo se muere en el alma”. Algo de mí se queda aquí con ellas y sus hijos e hijas, con las montañas, el polvo y la tierra.
Erea Dasilva, voluntaria internacional
Julio 2024. Uspha Uspha, Cochabamba, Bolivia