Superadas las escalas en Lima y La Paz, llegamos a Cochabamba. Después de las bajas temperaturas de la Paz, el sol de Cochabamba nos acaricia a las ocho de la mañana en el aeropuerto. Allí nos esperan las hermanas Gregoria y María Luisa rosa en mano. Su acogida nos hace sentir que, tras largas horas de vuelos, esperas y cansancio, por fin “ya estamos en casa”. En la comunidad de Uspha Uspha, Aquela y Justina nos dan la bienvenida y, junto a Gregoria, nos acompañan en nuestro proceso de adaptación a la altura (estamos a 2.500 metros de altitud), al cambio horario (seis horas de diferencia) y a la alimentación. Desde el primer momento nos sentimos arropadas y agradecidas por su apoyo.
Pronto empezamos a conocer la realidad de Bolivia, de la mano del teólogo y abogado boliviano, José Luis López Fuentes, nos vamos situando en el momento actual que vive el país, especialmente tras el intento de golpe de estado militar fallido del veintiséis de junio. Nos ayuda a entender la situación económica de falta de dólares, el aumento de los precios en consumo básico… y que la tierra que pisamos tiene su historia y es un pueblo con esperanza y conciencia de su propia voz. Ha sido un acierto y un regalo escuchar y conversar para situarnos mejor.
El domingo por la mañana, en la misa, el sacerdote nos presenta a las gentes del lugar. Aprovechamos para visitar la comunidad de Kami, formada por María Luisa, Amelia y Aurora, donde pasamos un precioso día de convivencia y encuentro y, poco a poco, vamos llenándonos de los nombres, proyectos y sueños de la gente.
Son días de aproximación a la realidad en la que vamos a estar inmersas todo este mes. Visitamos la sede de Alto Litoral, con su estructura bien consolidada, tenemos el primer contacto con los talleres de costura y gastronomía, sus profes Marta, María Luisa, Jacquelin, y las alumnas. Conocemos el proyecto de “Cartillas de ahorro”, donde las mujeres traen sus bolivianos y piden sus préstamos. Gran empoderamiento el que viven a través de este proceso en el que ellas mismas se autogestionan.
También nos desplazamos hasta la sede de Monte Olivos, donde además de los talleres de costura y gastronomía, destaca el trabajo de refuerzo escolar con los chavales desde los seis hasta los doce años y la guardería de los peques, que apoya la Fundación Nuqanchik. Lo que les permite a las madres acudir a los talleres de formación con la tranquilidad de saber que sus pequeños se encuentran en buenas manos.
A mediados de semana, tenemos la oportunidad de ir de excursión a la Granja Munay con los chavales de refuerzo escolar de Monte Olivos y con la Fundación Nuqanchik. Fue un momento para disfrutar con las caras de satisfacción de los niños y niñas al dar de comer a los animales (avestruz, ñandús, cuy, conejos, cotorras, monos…), y de compartir con sus madres y abuelas el típico almuerzo de arroz con pollo. Un momento increíble organizado con profesionalidad y cariño por sus educadoras, Paola y Santos.
Por la tarde nos organizamos en grupos, con la comunidad y las maestras, para visitar los barrios de Alto Litoral y Monte Olivos. El objetivo es dar a conocer los talleres para el inicio del nuevo semestre, que comienza el quince de julio. Subimos por las laderas y, por primera vez, entramos en contacto con el polvo que ellas pisan cada día. Nos acogen, conversamos y algunas mujeres se muestran interesadas.
¡Desde aquí la mirada es, definitivamente, diferente, muy diferente!
Ligia Villoria y Erea Dasilva, voluntarias internacionales.
Julio 2024. Cochabamba, Bolivia
¡ Qué alegría leeros ! Cuántas experiencias y vivencias para contar. Me alegro que vaya todo bien.
Disfrutad de la diferencia y de la diversidad.
¡Un abrazo para las dos!
Lola